Las excavaciones confirman que la torre restaurada en Conde Rebolledo era 'cuadrada' desde tiempos de los romanos

Los operarios tapando la excavación de la torre de la muralla en Conde Rebolledo. Foto: Carlos J. Domínguez.

Jesús María López de Uribe

La llamaban la 'Torre Derruida' en el siglo XVI y en marzo de 2017 se desplomó justo después de que el Ayuntamiento derribaran las casas que la sostenían en la calle Conde Rebolledo, en una actuación que recibió fuertes críticas de la ciudadanía y también, meses después, de la Comisión Provincial de Patrimonio al censurar a la Concejalía de Urbanismo dirigida entonces por Ana Franco (PP) que pretendiera desmontarlo para reconstruirlo.

La restauración se demoró más de un año debido a los retrasos municipales y a los 'capones' de Patrimonio, que exigió que se sujetara el 'cubo' antes de comenzar las obras por cuestiones de seguridad. Y hasta que no se terminaron en abril de este año los trabajos de consolidación no se pudieron iniciar los trabajos arqueológicos —para evitar que se derrumbara sobre los trabajadores debido a su mal estado— que hoy confirman las sospechas de la forma en que fue concebido.

La ya definitivamente torre no fue redonda como los demás cubos de los lienzos de la muralla tardorromana (la segunda de piedra del campamento legionario), sino que se planificó en su origen de forma 'cuadrada', como el de la esquina del otro lado de la parte sur.

La fábrica por debajo del nivel del suelo “se compone de grandes sillares similares a los de la esquina suroeste de la muralla, la Torre de los Ponce, y en igual disposición rectangular”, explica el arqueólogo municipal Victorino García Marcos. “Así que ya queda claro que en tiempos de construcción tardorromana ya se dispuso así, cosa que confirma lo que nos sugerían los restos que vimos hace años durante la peatonalización de la calle Conde Rebolledo”, comenta.

La torre número S6 sería un poco más grande en tiempos romanos, llegando sus sillares al nivel de la traza de la calle poco más de metro y medio en su límite Oeste y poco menos de uno en el Este por delante del paramento de canto de río medieval que se ha reconstruido.

Al disponerse la esquina de la muralla campamental en un terreno poco firme y en una fuerte pendiente de Este a Oeste —como demuestran los restos de los refuerzos del anfiteatro en la calle Cascalería en su parte Este, ya que la grada en la Oeste hacia la Plaza Mayor se apoyaba en la parte superior de esa ladera— el bastión se tuvo que reconstruir en varias ocasiones. “En el siglo XVI se la llamaba la Torre Derruida, algo que indica claramente los problemas estructurales que ha tenido ”, apuntó García Marcos.

En el lateral Este (hacia la Plaza Mayor), dos sillares de fábrica romana están a cota superior respecto a los restos que se elevan del suelo en el núcleo, mientras que en el sur (hacia la calle Conde Rebolledo), están por debajo. La sillería de la parte Oeste (hacia La Rúa) se delimita peor por estar erosionada; y los constructores de la torre medieval no se apoyaron sobre ella, sino sobre la tierra, lo que pudo facilitar el desplome de 2017.

Las excavaciones apuntan a que el baluarte muestra una gran variedad de materiales de distintos momentos históricos, con sillares, cantos rodados y ladrillos que, además, no estaban bien ligados mostrando numerosas grietas. Su núcleo de canto de río y argamasa es tanto de época romana como de posteriores, y en él se observó que avanzaban las grietas que debilitaron su integridad estructural.

La zona sur de la muralla fue, según ciertas fuentes históricas, la que más sufrió la destrucción de Almanzor, y posiblemente eso dañó irreparablemente su disposición original, lo que, añadido al terreno inestable, debió hacer que fuera reformado más veces de lo que lo fue en general la fortificación en la Edad Media.

A lo largo del tiempo formó parte del Palacio de los Condes de Luna, que al parecer intentaron elevarla pero no pudieron por la falta de estabilidad —en el siglo XX tuvo que desmocharse la parte superior ante el peligro de desplome— y tras el siglo XVII se construyeron edificios apoyándose en ella.

Los hallazgos también apuntan a que pudo existir a su vera una forja artesanal de hierro, al encontrarse escorias de este material y encontarse huellas de una fuente de calor. En el sótano de las casas que se derribaron en 2017 se encontraron también unas monedas de mitad del siglo XIX.

El Ayuntamiento tapa las catas arqueológicas

El Ayuntamiento de León gobernado por el PSOE tapaba el lunes las catas de las excavaciones arqueológicas para preparar la urbanización del entorno. Se ha dispuesto una capa de aglomerado mientras se decide cómo resolverlo, según fuentes del El Instituto Leonés de Renovación Urbana y Vivienda (ILRUV), aunque en tiempos del Gobierno de Antonio Silván se indicaba un posible ajardinamiento.

Mientras tanto, el solar seguirá tapado por las vallas de obra para evitar posibles actos de vandalismo. Circunstancia que desde la Administración municipal recriminan, ya que muchas mañanas hay que volverlas a poner en su sitio debido a “gente incívica” que aprovecha para tirarlas por la noche.

Una vez avanzado el 'curso' político, tras las vacaciones comenzarán las obras de urbanización para adecentar la zona de la ya certificada como nueva torre de la Muralla Tardorromana de León, que pasa de 'derruida' a reconstruida. Ahora, arqueológicamente hablando, queda el misterio por resolver de si las dos de las esquinas de la zona norte también fueron diseñadas de forma rectangular por los romanos.

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