Los otros campos de concentración de León ciudad durante la Guerra Civil de los que nadie quiere acordarse

Grafico Portada Presos en León en 1939 y 1938

Jesús María López de Uribe

“Unos se llevan la fama y otros cardan la lana”, es un refrán tradicional que bien se puede aplicar a la Historia que se basa en mitos antes que en los datos reales. Durante años la mayoría de los leoneses olvidaron la Guerra Civil, y de ella se han creído que el único campo de concentración de la capital de la provincia fue San Marcos. Pero esto no es así. Había muchos más. Se podría decir que la ciudad entera era un cuartel y una cárcel.

Ya hace cinco años, en el octogésimo aniversario de la Guerra Civil ILEÓN publicó un reportaje en el que se contaba que la urbe entera era un campo de internamiento, con una docena de lugares en los que vivían como reclusos un tercio de toda la población de la misma en 1938 y 1939. Doce mil de poco más de treinta mil almas.

Hoy, en el 85.º Aniversario del comienzo de la Guerra Civil Española, hablamos de esos lugares de la capital leonesa, en los que nadie –ningún político ni la ARMH–, ha planteado poner una placa de recordatorio. Y no son pocos. Más de diez localizaciones de la ciudad se utilizaron como recintos de prisioneros. Entre ellos el propio Palacio de los Guzmanes de la Diputación de León y lo que hoy sería el Parque del Cid, donde estaba el Cuartel del Regimiento Burgos 36.

Mucho se habla de “los veinte mil presos de San Marcos”, pero los datos apuntan a que no llegaron a haber tantos. Los archivos apuntan a entre seis y doce mil personas, en un lugar que fue el terror absoluto en 1936 con presos de toda clase y condición –los hijos del industrial comercial Pallarés estuvieron allí, entre otros muchos niños bien y no sólo obreros de izquierdas– muchos de ellos paseados como el alcalde socialista Miguel Castaño, entre los 15 de la también llamada cuerda de Emilio Francés, o el ex seleccionador nacional de fútbol (y entonces presidente de Cruz Roja en León), Joaquín Heredia entre los miles de asesinados de esta manera al principio de la Guerra, incluidos abogados. También hubo más campos de concentración en la provincia, en el Bierzo, Astorga, La Bañeza y Valencia de Don Juan, de los que habla José Cabañas en su libro Convulsiones.

A finales de año la cosa cambió, porque incluso los sublevados bajaron el ritmo del espanto, pero cuando cayó el Frente Norte en agosto de 1937 –aquí se puede leer un extenso reportaje sobre aquellas operaciones militares– León fue una de las ciudades elegidas para albergar a los presos, con lo que se crearon más centros de internamiento y San Marcos pasó a ser uno de clasificación, con sólo capacidad para seiscientas personas a la vez. Lo que hizo que pasaran muchas personas, pero ya sin el horror de los primeros meses de la guerra.

Los otros recintos que faltan, que eran verdaderos campos de concentración, estaban situados en el viejo Hospicio (que estaba en lo que hoy es el Conservatorio Provincial de Música), el patio de la Escuela Normal de Maestros (la que hoy es el Colegio Ponce, el cuartel de la Fábrica (en el patio tras la muralla de las cercas donde el Gobierno Militar) y la fábrica de curtidos de la plaza de Santa Ana. En ellos se hacinaron miles de presos que se multiplicaron cuando la República perdió la batalla del Ebro. Precisamente acaba de salir la traducción al catalán del libro de José Cabañas, que cuenta la historia de los muchísimos prisioneros catalanes “en el Gulag de León”, como así lo llamaban.

Sin embargo, salvo escasas menciones por parte de los historiadores, sólo la investigación del leonés Francisco Javier González Fernández-Llamazares puso de manifiesto en cuántos lugares hubo detenidos políticos y de guerra en la ciudad en aquellos años. Curiosamente la cárcel vieja, la del Castillo, era la más segura; ya que allí era prácticamente imposible que sacaran a nadie de paseo. Lo mismo ocurría con los calabozos de de la comisaría, en lo que sería Gran Vía de San Marcos, o el Gobierno Militar, en la calle Padre Isla.

San Marcos tiene su homenaje, gracias al empeño de un turista alemán, el poeta Gamoneda, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica y la periodista leonesa Ólga Rodríguez –que también denuncia que el panel informativo recién puesto por Paradores “no se puede ver ya que está en una habitación cerrada al público”– y por ello estos días se ha convertido “en uno de los campos de concentración más crueles de la Guerra Civil”, según los medios de comunicación.

Pero lo cierto es que prácticamente la ciudad, la que acogía al cuartel general de la Legión Cóndor nazi, fue un centro de detención de grandes dimensiones por la que pasaron bastantes más de veinte mil presos, lo cual puede crear la confusión de que sólo lo fueron en el edificio renacentista que se construyó como la primera sede de la Orden de Santiago, tuvo múltiples usos, y entonces era cuartel de caballería y sementales del Ejército español.

Ningún político se ha molestado en poner una placa en todos los demás campos de concentración. Sólo San Marcos está en sus mentes. Y es hora de que, una vez vindicado un lugar, se haga con todos los otros. Es pura voluntad política poner diez placas.

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