Señor Zapatero, haga algo por el Parador Nacional de Villablino

El cartel del Parador de Turismo languidece ante la certeza de que jamás se ejecutará. // L. Álvarez

Javier Rubio Fernández

Estimado señor Rodríguez Zapatero:

En primer lugar, quisiera pedirle disculpas por el procedimiento utilizado para hacerle llegar esta carta, pero no he encontrado otro.

Soy un lacianiego de setenta años y me estoy dando cuenta de que he empezado a tener algunos lapsus de memoria. No, no pretendo preocuparle, de momento no creo que tengamos que darle demasiada importancia a este hecho, pero por si este proceso de olvido se pudiera acelerar, es por lo que me he decidido a hacerle llegar esta carta abierta, con el convencimiento de que podré contar con su comprensiva complicidad.

En una de las campañas electorales para las elecciones generales, siendo usted secretario provincial del PSOE, aseguró que, con motivo del cierre paulatino de los grupos mineros y la consiguiente pérdida de puestos de trabajo, la construcción y puesta en funcionamiento de un Parador Nacional en Villablino, daría a la comarca el impulso necesario para ir parando los efectos desastrosos que supondría el cierre del sector.

Algunos años después, siendo usted secretario general del partido socialista, se reafirmó en su propuesta de construcción del Parador Nacional en Villablino. Una vez elegido presidente del Gobierno, en el año 2004, su gobierno comunica al Ayuntamiento de Villablino la necesidad de ceder unos terrenos con el fin de realizar la obra que usted había ofrecido en aquellas campañas electorales.

Se ceden los terrenos al Ministerio de Fomento, dando comienzo al proyecto con el derribo de las edificaciones que habían ocupado hasta entonces esos terrenos. Desde ese momento, lo que hasta entonces había sido una promesa, pasó a ser un compromiso que, toda persona de bien consideraría, como yo, de obligado cumplimiento, máxime en una tierra en la que los tratos, como usted bien sabrá, se dan por cerrados con solo un apretón de manos.

Estos días pasados he podido leer en la prensa unas declaraciones del señor alcalde de Villablino en las que da a conocer que el ministerio ha decidido devolver los terrenos cedidos y una indemnización de más de 500.000 euros. Confío en que esta propuesta le desconcierte a usted tanto como a mí si tenemos en consideración que:

— La situación en Laciana no solo no ha mejorado con respecto a los años en que se había tomado la decisión de hacer el Parador, sino que ha empeorado considerablemente. Cuando usted venía por aquí aún había minas en funcionamiento, hoy ya no hay ninguna.

— Si su memoria está bien, como deseo, recordará que, en los acuerdos firmados con motivo del abandono de las explotaciones mineras, se hablaba de la reindustrialización de las zonas afectadas y, le puedo asegurar, que en esta comarca de Laciana no se ha producido ningún tipo de reconversión ni de reindustrialización.

Por todo ello, no es posible que ahora se nos despache con un “pídanos la devolución de los terrenos” y con una indemnización. Sinceramente, señor presidente, si no fuera porque la situación que vivimos en este valle es más parecida a un drama que a una comedia, nos podría dar la risa, pero le puedo decir que aquí ya no estamos para aguantar bromas de este tipo y sí cansados de que se nos despache con esta falta de respeto a la gente de este valle y a la propia palabra de usted, a la que ahora hacen caso omiso.

No le ocupo más tiempo. Le pido que ponga encima de su mesa la que fue su propuesta estrella para nuestra comarca: la creación del Parador Nacional.

Como puedo suponer que, después de los años en los que fue usted secretario general del PSOE y los años de presidente del Gobierno de España, tendrá usted amistad o mantendrá relación con algunos de los que hoy adoptan las decisiones que, como ésta, tienen cabida en los acuerdos para la transición justa y el desarrollo sostenible de las comarcas mineras. Le ruego que realice un último esfuerzo para convencer a quién sea necesario y que, de una vez por todas, la gente de Laciana vea convertida en realidad la promesa ilusionante que un día sembró en nuestras cabezas.

Reciba un cordial saludo de éste que, sin haberle votado, le aprecia.

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