La facendera en Robles: tirar de usos antiguos para paliar entre todos carencias modernas

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Luis Álvarez / Villablino

La Asociación de Amigos de Sierra Pambley convoca una jornada de facendera, para socios y voluntarios, en la tarde del viernes día 6 en el entorno del Aula Geológica de Robles de Laciana, para adecentar tanto el interior como el exterior de edificio, ya que pretenden reabrir sus puertas en fechas próximas.

La llamada a la facendera es para segar y podar el área ajardinada del edificio de las viejas escuelas de Robles de Laciana, donde se ubica el Aula Geológica promovida por la Asociación. Y también proceder a la limpieza del interior del edificio y salas de exposición, así como atender las reparaciones necesarias.

Con estas actividades de voluntariado gratuito, las asociaciones de diverso tipo suelen tratar de paliar la escasez de fondos disponibles para hacer los trabajos de mantenimiento de sus propias instalaciones, como en este caso. Eso cuando no lo usan para poner en marcha programas de actividades para beneficio de la colectividad, de limpieza, de mantenimiento, de reparaciones o de cualquier otra índole, como manda la tradición de los pueblos.

Este modo de trabajo colectivo en facendera está muy arraigado en el derecho consuetudinario de la provincia de León, donde la reparación y arreglo de caminos y puentes o acudir a espalar nieve, eran trabajos que se realizaban por este método de colaboración vecinal.

En la mayoría de los pueblos era obligación que acudiera a la convocatoria un individuo de cada familia, con penalizaciones de multas para los ausentes, económicas o en vino, para el pueblo o dar de beber a los asistentes.

Se trata de algo tan arraigado dentro del funcionamiento colectivo de los pueblos para resolver problemas comunes que hasta tenían toques de campana diferentes para las llamadas a realizar los vecinos las labores.

Usos y costumbres que se pierden

Tradiciones como ésta, que podrían ser un motivo de celebración y recuerdo como parte de esa cultura popular, caen a veces en el olvido. Ocurre lo mismo que con la pérdida de una rica toponimia donde cada recodo de un camino o pequeño paraje tenía su nombre particular. De este modo resulta difícil transmitir a los propios hijos por qué un lugar tiene determinado nombre peculiar: así ocurre con ferraulfe, por ser paso de lobos o “la gallinera”, por ser un concurrido cantadero de urogallos.

Esta, es sin duda, una de las consecuencias más evidentes de la industrialización del territorio, con un siglo de minería, que cambió usos y costumbres, trajo modernidad y modificaciones en los ciclos económicos en comarcas como Laciana. Así, se provocó el abandono de las actividades tradicionales agro ganaderas de una economía local casi de subsistencia, por ser poco rentables, hacia otras actividades más ligadas al proceso industrial y comercial, económicamente más fructíferas.

Un gran cambio para Laciana

Todo este proceso económico motivó a su vez un gran cambio social y cultural en el territorio de la comarca de Laciana, no así en sus limítrofes de Babia, Ribas de Sil y Omaña, que se mantuvieron un tanto al margen de la gran avalancha humana, que creó una miscelánea de entramado social con aires de multiculturalismo en Laciana. Muchos de los llegados de fuera se aclimataron y adaptaron a su nueva realidad. Otros sin embargo nunca sintieron como propia esta tierra, quizá obligados por el abandono institucional.

Durante todo el proceso industrial, recientemente agotado, ligado a la minería del carbón, los dirigentes políticos del antiguo y nuevo régimen enfocaron su actividad preferentemente a la cuestión económica más que a las derivadas culturales y sociales de los ciudadanos. Tratando de dar más satisfacción a los anhelos de mejoras del bienestar físico que al de complementar un tipo de sociedad más homogénea, que tuviese motivos y razones para sentirse orgullosos y motivados con el territorio que compartían haciéndoles partícipes de su propia historia y tradiciones.

Otra de las consecuencias del desarraigo cultural de la sociedad local fue la desbandada migratoria que provocaron las prejubilaciones mineras y el fin de ese ciclo económico, convirtiendo a la comarca en el paradigma nacional de la pérdida de población. Y es que el municipio de Villablino en tan solo dos décadas ha caído en más de un 60%. O la escasa implicación social contra la destrucción del territorio a base de una minería tercermundista, por lo destructiva y sin controles, con que se agotó ese proceso industrial minero.

Una labor callada

Los dirigentes y las instituciones públicas dejaron en manos de la sociedad civil esa labor de mantener el conocimiento y la difusión de la cultura popular del territorio y de tratar de integrar a los foráneos. Y varios colectivos, asociaciones, y hasta personas individualmente han realizado una encomiable labor, que ha permitido que no se llegase a la extinción total de ese legado cultural ancestral, que ahora se pretende recuperar con bastantes lagunas y algunas perversiones en los conceptos.

Siguen siendo los colectivos sociales los que más y mejor empeño ponen en esa labor de mantenimiento y difusión, básicamente porque acuden más a las fuentes más originales o que aún perviven. Pero necesitan del apoyo de las instituciones públicas en forma de financiación o dotación de medios para mejorar y dar mayor rendimiento efectivo a su trabajo.

La creación de un centro que sirva para concentrar todos esos esfuerzos en forma de musealización, biblioteca, archivo general o talleres de recuperación, es una tarea inalcanzable para las asociaciones culturales locales, que pese a poner toda su ilusión en la labor, no disponen de los medios económicos ni materiales suficientes.

Hay que recordar que de ese legado cultural y etnográfico se hace eco la propia declaración del territorio como Reserva de la Biosfera, que lo considera uno de los elementos básicos en los méritos obtenidos para la concesión.

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