'Better Call Saul': cuando el 'spin-off' supera al original ('Breaking Bad')

Saul Goodman, el abogado de 'Breaking Bad' en su propia serie: 'Better Call Saul'.

Antonio Boñar

Cada vez es más común encontrarnos con series que surgen de otras ya existentes, partiendo de alguno de los personajes que más hayan calado entre la audiencia para crear nuevas historias. Son los llamados spin-off y suelen compartir el universo de la serie madre, completándolo o llevándolo hacia nuevos territorios narrativos. Estas tramas derivadas tienen además algo en común con las parodias, para que existan es necesario que el original haya alcanzado cierto éxito. Nadie va a parodiar o estirar una serie que haya pasado desapercibida para el gran público, se trata de manipular narrativamente unas referencias que sean lo suficientemente reconocibles por todos para presentar otra mirada, sea una caricatura o un nuevo arco argumental.

Los ejemplos de spin-off son numerosos y abarcan todo el espectro temático, desde la comedia familiar o el drama judicial hasta el terror o la ciencia-ficción: Fraiser (1993), Aida (2005), Fear the Walking Dead (2015), Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), The Good Fight (2017), la reciente y estupenda Bosch: Legacy (2022) o esta maravilla de la televisión que tenemos entre manos y que nos cuenta el disparatado viaje de Jimmy McGill hasta convertirse en Saul Goodman.

Better Call Saul [“Mejor llama a Saúl”, en inglés, ya que es una historia de abogados] surge nada más y nada menos que de una de esas series que pertenecen al reducido y deseado grupo de imprescindibles, la aclamada Breaking Bad (2008) [por tanto, es una precuela seis años antes de que empiecen los acontecimientos de su serie madre]. El reto de mejorar o al menos no desentonar con esa formidable alma máter era mayúsculo, pero no solo sale airosa de las inevitables comparaciones con un auténtico fenómeno cultural que trascendió su tiempo si no que, a juicio de este quien escribe, se eleva con sofisticadas inteligencia y personalidad sobre ella. La historia de Walter White era una tragicomedia moral y oscura, tremendamente adictiva y poseedora de un sugerente estilo visual que ha quedado definitivamente asociado a sus creadores, Vince Gilligan y Peter Gould. Aunque, y aquí viene el único y diminuto reparo posible, al terminar de verla uno se encontró con cierta sensación de vacío, como si todo el disfrute anterior se hubiera difuminado en la memoria cual volutas de humo y no quedará ningún rescoldo intelectual.

Better Call Saul, sin embargo, sí alcanza esa profundidad filosófica, sí perdura en nuestra memoria, sí nos lleva con meditada sabiduría narrativa a interesantísimos rincones de la personalidad humana. Es una auténtica joya que se saborea despacio, dando tiempo al espectador para embelesarse con detalles y referencias que pueden cobrar sentido a los cinco minutos o siete capítulos después, pero siempre con una deslumbrante precisión argumental. Es exacta, sentimental, delicada, extravagante, humana, arriesgada y profundamente inteligente. Su estudio de personajes es uno de los más fascinantes que uno puede recordar, con esos narcos sociópatas, esos ambiciosos abogados de provincias, ese hermano de nuestro protagonista que sufre hipersensibilidad electromagnética o todos esos secundarios que pueblan Alburquerque y que siempre son enfocados con irónica y tierna perplejidad.

Y luego están Jimmy y Kim protagonizando una preciosa e imposible historia de amor, dos criaturas únicas y víctimas de sí mismos, dos almas gemelas que se han encontrado para descubrir tristemente que no pueden estar juntos, que el amor solo llega para decirnos que no puede quedarse mucho tiempo.

___Puedes encontrar a Antonio Boñar en Twitter.

en Twitter

Etiquetas
stats