Los conspiradores 'legionenses' que pusieron y quitaron emperadores de Roma

Los recreacionistas históricos como la Legio VII Gemina en la plaza de Botines. Foto: Carlos Vega.

Emilio Campomanes

En nuestros días resuena la expresión 'golpe de estado' o 'golpista' para referirse al intento (fallido) de secesión catalana. En realidad no tiene nada que ver una cosa con otra. Un golpe de estado pretende sustituir a un gobernante por medios no convencionales, ni mucho menos legales, mientras que una secesión parte de un territorio (con su población) se desgaja del Estado o país.

¿Y qué tiene que ver León con un golpe de Estado? Pues bastante más de lo que parece, ya que las dos legiones que se asentaron aquí fueron protagonistas de uno muy famoso: la Legio VI Victrix entrenó a lo que fue la Legio VII Galbiana (la que conocemos hoy como Gemina Pia Felix) para acabar con Nerón. Aunque luego, en el que se llamó Año de los Cuatro Emperadores sus mandos no fueron lo más leales con quien les aupó al poder, precisamente.

En el caso que nos ocupa el golpe de estado pretendía eliminar al emperador reinante para poner a otro; obviamente por métodos ilegales, como es propio a un acto de estas características. Otra cosa diferente es que el ganador escriba lo ocurrido a su conveniencia. Así, la Historia sólo recuerda que Galba se levantó contra un despótico Nerón que ya acumulaba un largo historial de atropellos. Pero tras él existieron otros personajes que provocaron estos acontecimientos y que la mayoría de la gente conoce mucho menos.

Servio Sulpicio Galba era un gobernador de antiguo linaje, había llegado a los puestos más altos de la administración romana y disponía de una fortuna en propiedades y rentas; lo que se resumía en Roma como de rango senatorial. Y todo ello le hacía un buen candidato. En su contra tenía su edad de unos 70 años; lo que, en principio, no le hacía buscar este tipo de aventuras sabiendo que podía terminar con su ejecución y la confiscación de su fortuna.

Reunió al ejército que tenía a mano, a saber la Legio VI Victrix —precisamente acantonada en lo que siglos después fue León— y reclutó una unidad de élite más para aumentar sus fuerzas, que llamó Legio VII —por entonces 'Galbiana'— y que, azares del destino, acabó recalando años después en el cuartel leonés de su legión 'madrina'. Así, 'nació' el día 10 de junio del año 68 después de Cristo —'casualmente' un día 'después' de la muerte de Nerón, ya que sólo los emperadores podían fundar legiones— y por ello en la ciudad se celebra su cumpleaños con la fiesta del Natalicio del Águila (el programa de 2019 se puede consultar pinchando aquí).

El conspirador de la Legio VI, Tito Vinio

Todo golpe de estado es un medio donde proliferan las intrigas y personajes bien dotados para la conjura y en este caso hubo varios tipos de este pelaje. Uno de ellos y auténtico instigador de la sublevación de Galba fue el comandante de la Legio VI Victrix, llamado Tito Vinio. Un tipo oscuro, sin duda, con un historial de escándalos que era la mente calculadora perfecta para empujar a un anciano de 70 años a la aventura de dar un golpe de estado, de la que nada bueno podía sacar.

Los cotilleos, que tanto abundan en las crónicas romanas, cuentan que cuando Tito Vinio servía en el ejército en Panonia sedujo a la esposa del gobernador. Ella se disfrazó de soldado, entró al cuartel y ambos se fueron a los Principia donde les habían pillado en plena 'faena'. El escándalo fue mayúsculo porque era un lugar sagrado. Traducido a nuestros días sería como si les hubieran pillado haciendo el amor en una iglesia. Aquello supuso la cárcel y la condena a muerte de Vinio, de lo que se libró por los pelos al ser asesinado el emperador Calígula.

Con su sucesor, el emperador Claudio, se cuenta otra anécdota que ilustra su avaricia. En una ocasión le invitó a cenar en el palacio imperial, sin duda todo un honor, pero a Vinio no se le ocurrió nada mejor que robar al César una pieza de su vajilla de plata. Claudio, que tenía cierto sentido del humor, le volvió a invitar a cenar, pero en esa ocasión le puso toda la vajilla de barro.

A pesar de todo Vinio hizo carrera y al final del reinado de Nerón comandaba la única legión de Hispania —la VI, cuyo cuartel general campamental era León—, lo que habla muy en su favor sobre sus dotes de persuasión. Desde su puesto tenía acceso directo al gobernador Galba, a quien convenció de unirse a la rebelión de la Galia en cuanto estalló. El anciano tenía serias dudas de sumarse a la rebelión, pero a Vinio no le costó persuadirlo.

La mano derecha del emperador Galba

Una vez que Galba consiguió el mando imperial, Vinio no se separó de él. Se convirtió en su sombra, en su mano derecha y todos los asuntos pasaban por sus manos antes de llegar al emperador. Pero no fue un gobierno popular, sino que sus medidas provocaron un enorme descontento. Fueron enormemente tacaños con las recompensas prometidas a quienes les apoyaron en el ascenso —siendo Galba un hombre muy rico además, ésto enfadó terriblemente a los militares que esperaban la recompensa prometida— y además administraban un gobierno fuertemente corrupto, fácilmente sobornable.

Vinio tampoco fue del todo fiel a Galba, sino se confabuló en su contra en la cuestión de su sucesión. Este asunto acabó provocando la caída de ambos al motivar la conjura del sucesor rechazado, Otón. Vinio al menos murió al lado de Galba. Ambos fueron asesinados en Roma, atacados en pleno foro, y sus cabezas clavadas en una lanza.

Antonio Primo, el estratega de la Legio VII

Otro gran confabulador del golpismo militar fue el comandante de la Legio VII (no todavía Gemina), llamado Antonio Primo. Fue nombrado por Galba o quizá por su mano derecha Vinio, que tenía buen ojo para elegir esta clase de tipos.

A Antonio y a su nueva legión les enviaron a las fronteras del Danubio y desde su cuartel vio caer a Galba. Pero se ofreció como apoyo a su sucesor el ya emperador Otón, quien rehusó porque no se fiaba nada de gente de su calaña. Y finalmente se ofreció a Vespasiano al conocer su pronunciamiento quien le aceptó en sus filas. Cada vez que veía un golpe de estado trataba de 'meter cabeza'; y así le quedó fama a la Legio VII de golpista, claro.

Antonio Primo jugó un papel primordial en el ascenso del emperador Vespasiano. El historiador Tácito le señala como el instigador de la guerra civil, aunque es posible que quitase responsabilidad de los hombros de Vespasiano, a quien los historiadores trataron muy bien.

Antonio Primo también con grandes dotes para la persuasión, la conjura y tipo peligrosísimo, convenció a todo el ejército panonio así como a los ancianos gobernadores que dirigían aquellas provincias. Los gobernadores habían sido nombrados por Galba, entre ancianos de su quinta y respondían a un perfil parecido. Como sabemos, convencer a los ancianos gobernadores era una especialidad de la casa.

Una vez reunido un ejército grande y experimentado se había dado el primer paso. No olvidemos que la Legio VII era una unidad de novatos sin apenas experiencia en combate. Puso en camino al ejército hacia Italia y de camino se las arregló para quitar del medio a los ancianos gobernadores que por escalafón estaban por encima de él. Desde luego, mediante juego sucio y un conato de motín de las tropas que, oh casualidad, se resolvió gracias a intervención providencial de Antonio, que ahuyentó a los consulares.

Antonio Primo, ya comandante de los ejércitos y sin nadie que le discutiese el mando..., se dirigió a Italia a enfrentarse a las tropas del emperador Vitelio. Antonio se reveló como un buen militar dirigiendo las operaciones y ganando la batalla definitiva en Cremona frente a un ejército también numeroso y muy curtido en la frontera del Rin. Pero claro, siempre hay algún punto oscuro. Después de la batalla sus tropas saquearon durante cuatro días la ciudad italiana de Cremona.

El ejecutor del emperador Vitelio

Antonio avanzó hacia Roma allí ejecutó al emperador Vitelio (que murió de forma vergonzosa porque le pillaron escondido en un armario). A su muerte se comportó como dueño y señor del imperio, aliado con el hijo pequeño de Vespasiano (Domiciano) hasta que tomó definitivamente el poder el padre. Tito Flavio Vespasiano terminó con el caos del Año de los Cuatro Emperadores y es también famoso por ordenar construir el Coliseo de Roma, que terminó su hijo Tito.

Las crónicas romanas guardan silencio sobre el gobierno de ambos en esos días y que debió ser para olvidar. Al muchacho le apartaron de todo lo que oliese a poder y Antonio, en este punto, desaparece de la Historia sin que se sepa cual fue su destino o recompensa por poner en bandeja el Imperio a un nuevo hombre. Aquel Domiciano con el que compartió brevemente el poder Primo sería el último emperador de la dinastía Flavia, que gobernó durante 27 años el Imperio Romano.

Como curiosidad, dieciocho meses después de ser asesinado el último de estos emperadores ascendió al trono como hijo adoptivo de Nerva el primer hispano que portó la púrpura, Marco Ulpio Trajano; que fue legado, qué casualidad, de la Legio VII Gemina. Esta vez no hizo falta ningún golpe de estado, aunque sí bastante intriga palaciega para cerrar el círculo iniciado casi treinta años antes en Castra Legio.

Al final no tiene por qué buscarse un efecto moralizante ni ejemplarizante en lo ocurrido hace veinte siglos. Las personas que cambian la Historia son gente compleja, con una gran mente, habilidad y ambición... y pocos escrúpulos. Sin embargo, los conspiradores citados en este reportaje tienen como nexo su pertenencia al ejército romano vinculado al cuartel entre el Bernesga y el Torío.

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